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martes, 19 de mayo de 2009

MAESTROS ENCOFRADORES

Permítanme empezar con una frase del señor Alfonso Ussía: “El 90% de los periodistas son analfabetos”. No es de extrañar que si gente como este pseudo humorista intelectogilipollas va por ahí diciendo cosas como estas una profesión tan importante para la sociedad actual esté desprestigiada, y no de extrañar que si las empresas de comunicación y los medios públicos siguen estando dirigidos por abogados con masters en comunicación o por barrigudos empresarios de la construcción, el periodismo sea algo a lo que cada vez se le da menos crédito. Pero lo cierto es que a base de imbéciles de este calibre, muy ajenos a la profesión de informador o a la de comunicador, lo cierto es que nos están jodiendo (disculpen la palabra) pero a base de bien.

El periodista, el comunicador profesional de hoy en día, se ve muchas veces sometido a la vergüenza de su jefes, se ve obligado a claudicar a los intereses económicos de sus superiores, que por ende acaban siendo también los propios intereses económicos de él mismo, ya que a fin de cuentas el que paga es el que te sustenta y permite que puedas vivir mes a mes. Pero al fin y al cabo esto no es menos que lo que le sucede al instalador de aire acondicionado que aun sabiendo que lo está haciendo mal, no tiene más remedio que seguir con la chapuza porque su jefe se lo manda, o el encofrador que sabe que en unos años el edificio acabará con grietas y a pesar de que su conciencia no lo deja en paz ha de seguir con el asunto porque su maestro, a la vez a las órdenes del constructor vilmente podrido por las ansias de dinero, le ordenan que así sea para abaratar costes. O como el vendedor de coches que a sabiendas de que el automóvil que está vendiendo es una auténtica mierda que no va a servir a esa pobre familia para nada más que endeudarse más, y aun así continúa con los engaños a la espera de la comisión que le toca por su venta. No disparen al pianista, no maten al mensajero, lo que hace el periodista es solo intentar sobrevivir en un río de mierda en el que a todo el que ha intentado nadar a contracorriente se lo han cepillado. Es verdaderamente lamentable que a todo el que ha intentado ir contra esa corriente haya tenido que acabar refugiándose en cuevas del periodismo como Intereconomía, es para echarse a llorar que lugares como este terminen siendo el único refugio de gente honesta, porque al final allí se acaban mezclando con lo peor de la especie periodística y el espectador, ¡oh, gran dictador!, termina por confundir la parte con el todo.
Y por culpa de esta situación furibunda en la que el periodismo español, el europeo y por extensión el occidental, a veces vemos cosas verdaderamente demenciales. Vemos como un constructor analfabeto, harto de cuartos, como dicen en mi pueblo, pero sin un dedo de inteligencia, pretende dar clases de periodismo a un entusiasta estudiante de periodismo. Y con todo debemos tragar, porque el primero tiene dinero y el segundo solo intelecto. Es el mundo que hemos querido, el que construimos, el que nos merecemos.