Mirando a nuestro alrededor nos damos cuenta de hasta que punto las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han llegado a desarrollarse y a envolver el mundo en que vivimos. Internet, sin duda, ha llegado a erigirse como el gran valuarte o buque insignia de las NTICs y todo el mundo mira hacia la red de redes cuando habla de ellas, pues no solo es la más accesible, en cierto modo, y barata, por supuesto también en cierto modo, sino que además cuenta con la ventaja de proporcionarnos todos aquellos servicios electrónicos que cualquier otro medio hubiera podido haber acaparado en otras épocas, empezando por el correo personal, arrebatado a los ferrocarriles y automóviles (como estos se lo arrebataron a los caballos antes) y acabando por la televisión, que ya es posible disfrutar a través de la línea telefónica, o mejor dicho, de la línea ADSL, con las mismas ventajas que el cable coaxial o el satélite, incluso más, pues la televisión por ADSL nos permite el denominado “video on demand” que no nos había permitido hasta ahora la plataforma de televisión digital por satélite, es decir, no solo pagar para ver una película que se emite en un canal denominado “taquilla” en repetidas ocasiones permitiéndonos “engancharnos” a la película a una hora determinada, sino que el VOD nos permite empezar a ver dicha película cuando nosotros queramos, sin esperar a que termine un pase para que empiece otro.
Pero estas son solo algunas de las ventajas que nos trajo, y nos seguirá trayendo, Internet. Lo lamentable es que, por desgracia, no solo trae ventajas y bienaventuranzas, sino también muchos inconvenientes. Estos, como todos lo negativo de cualquier aspecto de la vida, vienen no por la propia existencia del instrumento en si, sino por la mala utilización del usuario bien por desconocimiento, bien por obrar con mala fe. El desconocimiento puede llevar a un mal uso de Internet, por ejemplo, cuando un menor “navega” sin supervisión adulta responsable y entra en portales o páginas destinadas a un público adulto. De poco sirve indicar en una página web que se trata de una página destinada a un público adulto e incluir el aviso: “si eres menor cierra esta ventana o ve a otra dirección” o del tipo: “si no eres mayor de edad en tu país de residencia no entres”. Un menor de edad, y esto es prácticamente una máxima, entrará con mayor curiosidad al ver este aviso, porque, precisamente la propia naturaleza del menor lo hace proclive a querer descubrir lo nuevo, máxime cuando alguien trata de impedírselo. Vemos con este simple ejemplo que Internet es una gran herramienta para el avance de las sociedades, nada mejor que el ejemplo de Irlanda donde se apostó decididamente por las NTIs, pero sin embargo Internet se convierte también en un peligrosa herramienta para el mal si, como decían en las películas de James Bond, cae en manos inadecuadas. Esas manos inadecuadas pueden ser las de un grupo de adolescentes a los que nadie les ha enseñado a usar la red y acaban viendo aberraciones sexuales en portales pornográficos mientras buscan un trabajo para la clase de literatura en el “rincón del vago”, pero también pueden ser las de terroristas que usan el ciberespacio (termino abominable, por cierto) para difundir videos propagandísticos en los que ejecutan a inocentes delante de la cámara.
Pero sin ir tan lejos hay amenazas que pueden poner en peligro los derechos fundamentales de los ciudadanos incluso en portales de ámbito local, si es que en Internet existe algo local.
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