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miércoles, 30 de marzo de 2016

El Diablo Sobre Ruedas. El primer duelo de Spielberg

afiche original
FICHA TÉCNICA:
Título original: Duel
Año: 1971
Nacionlidad: Estados Unidos
Director: Steven Spielberg 
Producción: George Eckestein para Universal Televisión 
Ayudante de dirección: Jim Fargo 
Guión: Richard Matheson
Fotografía: Jack A. Marta, en technicolor
Montaje: Frank Morris
Director artístico: Robert S. Smith 
Decorados: S. Blydenburgh
Música: Billy Goldenberg 
Sonido: Edwin S. Hall
Duración original: 74 minutos. (Para su estreno en cine se amplió hasta los 90 minutos.)

Interprétes: Dennis Weaber (David Mann), Jacqueline Scott (señora Mann), Eddie Firestone (el dueño del café), Lou Frizzell (el conductor del autobús)

SINOPSIS:
Un ciudadano cualquiera se enfrenta a la amenaza un camión cisterna gigante, que le cierra el paso en la autopista e intenta hacer que se estrelle. Entonces comienza una persecución a muerte desequilibrada entre el discreto utilitario de David y el enigmático camión asesino durante una hora y media en la que Spielberg crea y aguanta la tensión de no saber, por parte del protagonista, quién conduce el camión. Finalmente y después de una reacción violenta por parte del protagonista, acaba con la situación de nerviosismo y tensión que contagia a todos los espectadores.

COMO LAS CAMPAÑAS DE LA D.G.T.
No solo el hecho de ser concebida originalmente como un producto para su estreno en Tv es lo que esta película tiene en común con las campañas de la Dirección General de Tráfico, sino que resulta tan angustiosa como aquellos spots que cada vez son más sangrientos y que no por ello han logrado aumentar el grado de sensatez en los conductores españoles. Al más puro estilo de las campañas de la D.G.T, esta película logra que el espectador se cague de miedo con el mero hecho de pensar que tiene que coger el coche y adentrarse en las siniestras carreteras que esconden cual viles demonios las más terribles amenazas. Aunque no por ello, una vez terminen de salir los títulos de crédito, el conductor, por unos minutos temeroso de los oscuros secretos de la carretera amenazante, recordará que ahí fuera se esconde un terrible peligro que acecha a todo aquel que ose desafiar el sagrado código de la circulación o, en este caso,  intentar adelantar a un pobre transportista que a causa de los estupefacientes o tal vez de un estado mental incompatible con la conducción, le hicieron sentirse enormemente indignado cuando el altanero viajante en su patético cochecillo rojo intentó darle alcance e incluso rebasarlo en un momento de máximo fervor y confianza ciega en San Cristóbal. "No adelantarás en vano", ese es el primer mandamiento de la ley demoníaco-camionera, y el incauto David Mann se lo salta a la torera un caluroso día de verano, víctima seguramente de la ausencia del sagrado aire acondicionado en los coches de 1971.

UN DIRECTOR GENIAL SOLO PUEDE PRESENTARSE EN SOCIEDAD CON UNA OBRA ASÍ
el "malo de la película" da miedo auténtico
Si no fuera porque no sale ninguna rubia de perfectas facciones y moño apoteósico, cualquiera diría que estamos ante una película de aquel británico regordete llamado Hitchcock. Nadie después de Alfred Hitchcock, ni siquiera Spielberg, ha logrado un grado de suspense tal en el cine, por eso El Diablo Sobre Ruedas es con todas las letras una obra maestra del género, pues ni siquiera su propio director ha logrado cotas tan altas en la intriga después de este filme para televisión del año 1971. Duel (El diablo sobre ruedas) es un verdadero filme hitchcockiano y su ritmo está medido al milímetro de tal manera que resulta imposible despegar la mirada de la pantalla ni un solo momento, algo verdaderamente difícil si tenemos en cuenta el argumento de la película, todo pasa en una carretera y con un solo actor con papel de peso, o lo que es lo mismo, un verdadero tostón infumable si hubiese caído en manos de cualquier otro director, incluido el Steven Spielber de los 90. Pero sin embargo este por entonces novato cineasta, logra mantener los pelos de punta en los brazos del espectador durante los 70 minutos de persecución y acoso al pobre hombrecillo medio americano. 

Resulta curioso esa primera secuencia construida a través de un eviterno pseudo plano secuencia en el que mientras vemos lo créditos acompañamos a David Mann en su trayecto desde el garaje de la casa hasta la solitaria carretera que atraviesa el desierto. Desde luego los programas que el auto radio va sintonizando no tienen desperdicio, especialmente ese en el que el locutor llama a una administración pública haciéndose pasar por un ciudadano que no termina de saber si es el verdadero cabeza de familia o lo es su mujer. Y es que el papel de la esposa está muy presente en toda la película, la esposa como guardiana o protectora, como la deidad a la que rezará el protagonista cuando se ve desesperado y en verdadero peligro de muerte, pero una deidad a la que también mira con recelo, pues ella solo preguntará cómo le ha ido el viaje por rutina o por cortesía, pero sin un verdadero interés hacia su peripecia, pues en realidad ¿que tipo de deidad es esa que no posee el don de la omnisciencia? ¿qué deidad es esa a la que rezo y sin embargo permanece apartada del peligro en aquel hogar perfecto alejado del desierto y del terrible monstruo-camión enviado por el mismísimo diablo? Tal vez ese personaje que habla sea en realidad nuestro protagonista, David Mann, que sale a trabajar y por eso se sabe el hombre de la casa, pero no está tan seguro de ser el cabeza de familia, tal vez ese sea el verdadero y único viaje en el que nos adentramos, un viaje hacia la reafirmación de la autoridad que le corresponde en el seno de su familia y que sin embargo solo logrará encontrar cuando destruya sus monstruos, sus camiones monstruo.

También merece la pena fijarse en un detalle, el coche contra el camión, el pequeño e indefenso coche acosado por el terrible y enorme camión monstruo. Y en esto no debemos tomar por casual un dato significativo, el coche, el pequeño pero valiente, el menos fuerte pero más astuto, se llama David, o mejor dicho, quien lo conduce se llama David, un David que se enfrenta al gigante y contra el que solo puede emplear su propia audacia, pues ningún otro arma a su alcance parece dañar al gigante. ¿Una clara referencia a la historia bíblica de David y Goliat? En mi modesta opinión creo que es algo más que claro que si. adviértase que el pequeño, David, un coche último modelo (no olvidemos que estamos en 1971) cuidado y mimado como un rey, algo que se aprecia con el enfado del protagonista cuando los niños del autobús averiado empiezan a subirse sobre el capó, algo que no gusta nada a nuestro David conductor.  Mientras, enfrente, tenemos al gigante, al camión-monstruo-Goliat que acecha por pura maldad, que se ha hecho con la corona de la carretera a base de sangre y fuerza y que no dudará ni un segundo en eliminar a cualquiera que intente arrebatarle su trono. Cuando el pequeño y sagaz coche-David decide adelantar al gigante-camión se desata la ira de este último y comienza el acoso y derribo del que intenta pavonearse delante de él para arrebatarle su corona. La lucha que acabará cuando David-coche consiga su propia onda para desequilibrar al gigante-camión y le haga caer con todo el peso de su grandeza y con tanta aceleración como la distancia hasta el suelo le conceda.

La lucha por la corona de la carretera es en cierto modo absurda también, pues nadie más, aparte de ellos dos, desea acceder al trono de una tierra que solo pueblan ellos dos, y que nadie más poblará nunca, porque, en última instancia, nadie más existe en ese mundo en el que todo son luchas para demostrarse algo a si mismo, bien la autoridad de ser cabeza de familia, bien que un coche nuevo y flamante debe correr más que un viejo y destartalado camión cisterna. Y es que tal vez David Mann esté solo en ese viaje que quién sabe si no es en realidad más que su propio interior, pues aunque la amenaza está clara, en ningún momento hemos visto el origen de esta, nunca, en toda la película, vemos al diablo que conduce el camión-monstruo, ni siquiera muerto, así que por qué no pensar que ello se debe a que no hay tal diablo en el corazón del gigante, que tal vez ni siquiera existe el gigante y que todo es, en definitiva, una lucha interna por hacerse con la autoridad que la mujer le roba en casa, una mujer que se extraña de que un marido llame a su esposa aun sin que haya sufrido (aun) ningún accidente en la carretera. 

Y ese gigante solo puede morir cuando el pequeño rey se autoconvenza de que es eso, el verdadero rey del ego de David, de su propio ego. El final, tal vez un poco flojo, aunque solo sea por la gran tensión en la que hemos vivido hasta prácticamente ese último momento, es, como no podía ser de otro modo, apoteósico, un final tal vez propio de Narciso Ibáñez Serrador y que años más tarde copió otra película llamada Temblores que protagonizó Kevin Bacon. En temblores el "malo", la amenaza, procede de unos terribles gusanos que devoran gente desde el subsuelo, un gusano enorme que muere cuando es engañado para lanzarse a una velocidad vertiginosa y cegado por su propia gula al vacío de un barranco del desierto. Exactamente igual que acaba el camión - monstruo de Duel, un camión cisterna que bien podría ser un monstruo gusano, pues al igual que la cisterna, el gusano es alargado y cilíndrico. Un gusano - camión - monstruo - gigante que muere cuando deja de ser frío para seguir los dictados de su ira, de su gula, que solo le permite ver lo cerca que tiene a su víctima sin darse cuanta de que también está cerca su final a no ser que frene y de una oportunidad al pequeño coche - David. 

Pedro J. Vázquez
© 2005 La Caverna de Kwicks

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